viernes, 20 de enero de 2012

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Allí estaba sentada. Una joven muy pálida de cabellos rojos. Posada sobre un árbol. Era invierno y de su boca se veía salir humo blanco. Caía sangre sobre su barbilla desde su labio inferior. El rojo de su sangre parecía artificial al contrastar con su blanca tez. Sobre su cabeza llevaba una caperuza roja, machada de tierra y hojas marrones. Tenía los ojos abiertos por la sorpresa. Tenía unos ojos muy bonitos, verdes. Parecía que pudieses posarte en ellos y tumbarte como, como si de hierba suave y verde se tratara. Su nombre era Adele.

Adele cerró los ojos durante un pequeño instante, y como puñaladas, en su cabeza, comenzaron a aparecer imágenes de una fiesta. No se acordaba de mucho, esas imágenes parecían recuerdos de una película que había visto. No parecían reales. La música de aquella fiesta le llenaba ahora el oído.

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