viernes, 13 de abril de 2012

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(Posible continuación de 1)


La gente empujaba. Adele se sentía mareada, había bebido demasiado. No conocía a nadie, pero sin embargo, se movió hasta el escenario. Una chica de pelo oscuro la agarró por el brazo. “Creí que no vendrías, ¿dónde has estado?”. Para serle sincera, no se acordaba en absoluto. Había bebido demasiado, y no sabía lo que había hecho hasta ese momento. Pero no le importaba, estaba feliz. Se soltó dando un empujón a la chica y subió al escenario. Se encontraba realmente borracha. Chicos de último curso tocaban, y Adele se acercó a uno de ellos.


Adele abrió de pronto los ojos. Alex. Alex era el cantante de aquel grupo. No se acordaba de cómo lo había conocido, y habían intercambiado pocas palabras. Pero sin embargo, Adele se había acercado a él y susurrado al oído.

El viento pegaba fuerte contra sus mejillas. Tenía las manos heladas, y los pies sobre la hierba mojada. Sentía frío, pero no le importaba, porque más le dolía recordar aquellos momentos de esa fiesta y sin embargo, no recordar nada de cómo había llegado hasta allí, y por qué tenía una caperuza roja. ¿Había sido una fiesta de disfraces? Para nada, a pesar de que estaba vestida con una túnica marrón, recordaba llevar a la fiesta aquel top azul que había robado de su hermana, y los pantalones negros que se había comprado hace ya un mes.

Pero Alice, la chica de pelo oscuro que la había agarrado por el brazo minutos antes de subir al escenario, le había preguntado dónde se había metido. Aquel recuerdo comenzó a preocuparle, ¿dónde se había metido? ¿Qué había hecho? ¿Tenía algo que ver aquello con que ahora estuviese en aquel lago y vestida de esa forma?

Intentó corregir su postura y ponerse cómoda contra el árbol, pero notó un dolor punzante en la muñeca izquierda, se la había roto, o se la habían roto. Se tocó la cabeza, y notó los dedos mojados. La habían destrozado, y aún no sabía por qué. Miró a su alrededor, pero solo encontró un pequeño bosque, campos, un lago, ni siquiera un mísero pueblo.

Debía intentar recordar lo que había sucedido. Cerró de nuevo los ojos, y volvió al momento de la fiesta, no recordaba nada anterior. Volvió a pasar por la gente que la empujaba bailando, por Alice que le agarraba del brazo, y por Alex. “¿Vienes conmigo?”

¿Le había dicho aquello a un chico que apenas conocía? Imposible. Imposible, imposible, imposible. Adele era tímida, callada, no hablaba con nadie que no fuera Alice. Alice era su única amiga en el instituto, y no podía hablar con nadie más, no porque no quisiera, sino por Alice. A ella todos los alumnos del instituto le parecían hipócritas y ególatras. Siempre que Adele quería hablar con alguien, pedía opinión a su amiga, aquello le parecía muy importante. Toda amistad nueva que entablara, debía gustar a su amiga, porque no quería perder a Alice.

A Alice no le gustaba Alex. Aquel chico extrovertido y guapo de último curso, que tocaba en un grupo y tenía a la mayoría de las chicas locas por él. Para Alice, Alex era el típico chico de las películas americanas, que se ligaba a las animadoras, sacaba malas notas y se creía el centro del universo. Sin embargo, Alice había hablado con él más de una vez. Eso le había fastidiado muchísimo a Adele, pero no había dicho nada.

Pues bien, Adele le había dicho en las mismas narices de Alice, al chico guapo de último curso si quería ir con ella. Cerró los ojos de nuevo, intentando recordar aquel momento. Alex sonreía, divertido por la borrachera de aquella chica. “¿Vienes o no?” Le había repetido Adele. Alex dejó el micrófono y la guitarra, “chicos, ya es suficiente, la gente está ya borracha y se aburre, dejemos que venga el Dj” Los demás componentes del grupo lo miraban con sorpresa “pero tío, ¿de qué vas? Nos quedan aún dos canciones”, pero Alex ya se había marchado de la mano de Adele. Salían ahora en silencio de la fiesta. Sin la música solamente oían las voces de la gente ya embobada por el alcohol. Alice había desparecido, pero para Adele, aquello, no importaba en absoluto.

Los dos salieron al asfalto. Sentados en un banco, Alex comenzó a hablar. “¿y bien? ¿Cómo te llamas?” Adele no se encontraba demasiado bien, tenía un nudo en la garganta. “Me llamo Adele” “Un nombre muy bonito, ¿en qué curso estás?” “Este año paso a último curso, tú pasarás a la universidad y te olvidarás de todos nosotros”. Alex rió divertido. “No creo que me olvide, mis amigos me recordarán que los dejé colgados por ti”. Adele cruzó las piernas, nerviosa, y sentía los ojos del chico en su espalda. “¿Te encuentras bien?”. “Sí, solo estoy un poco mareada”. “Bueno, cuéntame, ¿para qué querías que viniera contigo?” “Quería conocerte”. “Oh, muy bien, mi nombre es Alex, y el tuyo Adele, muy bonito, encantado de conocerte” “Igualmente”. Alice había aparecido de pronto, “genial, muy buena amiga, pequeña Adele” estaba bañada de un líquido denso marrón y descalza. Parecía realmente enfadada, así que Adele se levantó “¿qué ha pasado?”, a lo que Alice respondió “tú sabrás”, para después empujarla y marcharse a casa.


¿Por qué Alice había dicho aquello? ¿Y por qué estaba manchada? ¿Realmente había sido su culpa? No entendía nada de lo que había sucedido aquella noche, y menos, lo que pasaba ahora. Pero no había nadie a quien preguntar, así que intentó levantarse. Le dolía todo el cuerpo, pero aún así consiguió ponerse de pie.

Oía a lo lejos cánticos de los pájaros de alrededor, pero ninguna voz. Sus pies descalzos pisaban fuertemente la tierra en la que estaban apoyados, y la hierba fría y mojada acariciaba su piel. Estaba muy cansada, pero debía salir de ahí, o buscar ayuda, y eso no lo iba a conseguir apoyada contra un árbol. Giro la cabeza para ver que encontraba fuera del bosque, si había una salida, o algún sendero que seguir. Pero nada. Y además no recordaba haber pasado por aquel bosquecillo, probablemente porque tendría los ojos vendados. Recogió la caperuza del suelo y se la puso en la cabeza, no servía de mucho, pero al menos tapaba sus orejas. Comenzó a adentrarse en el bosquecillo, con dolores en los pies de pisar los palos y las pequeñas piedras que yacían sobre la tierra.

2 comentarios:

  1. Me encanta cómo escribes y la forma que tienes de expresarte.
    Perdón, no me he presentado; me llamo Judyth.
    Te has ganado una seguidora, espero que no te importe que te añada a mis favoritos.

    Cuídate, un saludo desde Barcelona.

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